Estamos en un mundo que es un juego de otros. Un juego de esquizofrenia y
de voces más allá de las paredes que parecen guiarnos hacia algo que no
somos, hacia un camino de ovejas que lo único que hacen es recitar el
guión establecido por sus antepasados y las almas de otros que siguen
vagando aquí. Estamos muriendo, naciendo y renaciendo en nombre de
otros, de sombras y recuerdos de viejas generaciones que intentan vivir a
través de nosotros.
Bastaría con levantarse por la mañana y cerrar capítulo respecto a todo
lo pendiente. Cerrar esa maleta que nunca terminas de llenar y saldar
esa deuda que nunca tuviste. Bastaría con que te levantaras y fueras
como un recién nacido sin pasado ni futuro: solo frente al presente,
segundo a segundo, para inventar y construir lo que se te venga a la
mente. Lo que nazca de forma espontánea en tu cabeza limpia y despejada
de esta locura que llamamos mundo y no es más que una gigantesca y
enorme feria de entretenimiento masivo para ojos que no son los tuyos y
tampoco los míos.
Bastaría solo un poquito para saborear la verdadera libertad.
Y esa sería la última locura para salir de toda esta locura.
Y esa sería la última locura para salir de toda esta locura.
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