Es
comprensible que a pocos les guste nuestro lado borde, caprichoso y
sombrío. Sin embargo, también hay que admitir que ese lado ha sido muy
castigado. Casi no nos damos permiso para enfadarnos o alterarnos. Si el
camarero trae la comida de forma totalmente distinta a como se la
pedimos, agachamos la cabeza y nos resignamos. Si nuestra pareja o
nuestro jefe nos ha hecho una promesa
que no cumple, nos quedamos en silencio y decimos para otra vez será.
Si estamos en una terraza que no nos agrada, intentamos resistir
mientras nos tomamos nuestro refresco. Resulta increíble lo mucho que
hemos aplastado nuestro carácter y esa parte de nuestra personalidad
dura, atrevida y sin pelos en la lengua, que es capaz de soltar todo lo
que tiene que decir sin miramientos. Ese aspecto que si no está comodo
en un sitio es capaz de levantarse en el acto y marcharse sin decir ni
adiós.
Es comprensible, también, que nos cueste tragar el lado borde de los demás, si ni siquiera somos capaces de expresar el nuestro. Quizá el asunto sea dar permisos más amplios a la energía expresada en Diablo, que a final de cuentas es tan necesaria como todas las cartas del Tarot.
Es comprensible, también, que nos cueste tragar el lado borde de los demás, si ni siquiera somos capaces de expresar el nuestro. Quizá el asunto sea dar permisos más amplios a la energía expresada en Diablo, que a final de cuentas es tan necesaria como todas las cartas del Tarot.
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