Descifrando Películas: Memorias de una Geisha ||




Una película con un contexto romántico pero también histórico que expone de forma metafórica el inmenso  esfuerzo que a veces el ego debe asumir para encontrar su paz definitiva, atravesando pruebas y dificultades que pueden herirle profundamente pero cuyo resultado final  es siempre liberación.

Memorias de una Geisha cuenta la historia de una niña llamada Chiyo que es vendida por sus padres a una casa de formación para Geishas en dónde experimentará la cara más dura de un Japón hermético y clasista en dónde la humillación, la esclavitud y la prostitución bordean la delgada línea de un arte muy antiguo cuya misión principal es supuestamente el entretenimiento y compañía. La dura vida de la pequeña Chiyo da un giro cuando se encuentra con el Señor Presidente, un hombre benévolo que demuestra hacia ella un cariño y sensibilidad especial que produce un impacto enorme en la niña que aferrada a ese recuerdo promete volver a encontrarse con aquel hombre que representa la figura idealizada de su amor más profundo. De ahí en adelante la historia será un vaivén de emociones en dónde el poder y la competencia entre casas de geishas construirá una nueva etapa en la vida de  Chiyo y que más adulta será  Sayuri, nombre con el que lentamente surgirá y se hará famosa no solo por su encanto sino también por su mirada plagada de romanticismo e ideales imperecederos. Sin embargo no todo será éxito y reconocimiento ya que aún en la cima deberá asumir ciertos sacrificios que ponen en juego incluso su sueño más resistente: reencontrarse con el gran amor de su vida.

Memorias de una Geisha se podría considerar una película romántica tradicional y pese a que yo soy un poco reticente a este tipo de historias he encontrado aquí un factor llamativo y que es el buen tratamiento que se le da al Mundo de las Geishas que expone con elegancia y sin exageraciones efectistas una forma de vida dura en dónde la protagonista tal cual como una flor de loto emerge desde el pantano social con un sueño que pretende algún día alcanzar. La historia emociona y sorprende la perseverancia de una niña que dispuesta a cruzar infiernos se acerca cada vez  más hacia su meta. Es por eso mismo que he visto en la protagonista ese aspecto que todos tenemos, puro y brillante, ese rostro soñador que llevamos desde pequeños y que debe enfrentarse a la cruda realidad en dónde aparecen pruebas y dolores que pretenden hacernos desistir de nuestra meta y noble inspiración. Es en el punto más duro de la vida, en la noche del alma como dirían los alquimistas, en dónde realmente se ve la fuerza del ego y es allí cuando realmente somos conscientes de lo que hemos logrado o de lo que hemos perdido.  En la película el contraste que existe entre el Mundo de las Geishas y la pureza de su protagonista recuerda una y otra vez el fuerte impacto que hay entre nuestra inocencia y el mundo en dónde nos movemos con armadura y espada para atravesar los enrevesados líos sociales de una vida que a veces parece ponernos entre la espada y la pared.

Es indudable que en esta historia hay reflejos del viejo patrón narrativo conocido como El Viaje del Héroe pero aquí la diferencia es que el trayecto no lo hace una energía masculina sino una femenina lo que indica que la aventura es emocional y tiene que ver no con la acción brutal sino con el mundo de los sentimientos en dónde hoy más que nunca es importante anclar y sostener los ideales.


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