Esta carta suele transmitir la idea de frialdad y basta con mirar al personaje de la carta para entender lo seco que una persona puede ser cuando se siente amenazado, cabreado o cansado de una situación familiar, laboral o amorosa. El asunto aquí no es que este personaje tenga miedo sino que simplemente se ha aburrido de soportar ciertas cosas que ya no está dispuesto a tragar, entonces se pone su armadura que le tapa hasta los ojos y se pone en modo defensivo para que nadie se atreva a acercarse ni mirar debajo de su yelmo. Llegar al nivel del Rey de Espadas implica desconectarse de la emoción y pensar con frialdad desde el análisis objetivo que solo la mente puede dar. El corazón, temperamental y no apegado a las normas de la razón queda debajo de la armadura porque las decisiones que se tomarán no pueden estancarse en consideraciones emotivas que podrían retrasar un proceso que necesita resolución. No hay más alternativa entonces: el corazón se apaga durante un rato y no ponemos la armadura. Levantamos la espada y nos preparamos para dar el corte definitivo a esa situación o persona. Y sí, es profundamente frío y cruel, pero necesario. Así es como actúa el Rey de Espadas y así es como somos en gran parte todos, aunque no cueste mirar a ese ser seco y tajante que vive dentro nuestro.
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