Cuando las palabras son más poderosas que un ritual






Hace un tiempo atrás llegó a mi consulta una mujer muy triste por un problema familiar que ella no podía resolver. Sus dos hijos estaban peleados desde hace mucho tiempo y ella no encontraba la forma de apaciguar los ánimos y lograr la unión familiar.

Obviamente, esto le tenía rota ya que amaba muchísimo a sus hijos y no le agradaba que la situación se hubiera torcido tanto. Cada día que pasaba sin que ellos se dirigieran la palabra era para ella una agonía, una procesión silenciosa. 

Comprensiblemente desesperada, me preguntó si sabía de algún hechizo o ritual para lograr unir a los dos hermanos. Pero yo le expliqué mi posición respecto a los rituales y le advertí que tuviera ojo con quienes le ofrecían maravillas cobrándole un pastón, porque esa vía no era más que el camino de los charlatanes y la estafa.

MI PERSPECTIVA SOBRE LOS RITUALES


Para mi los rituales son solo ejercicios psicológicos que sirven como declaración de intenciones respecto a un asunto que nos esté sucediendo. 


No tienen magia alguna, pero evidentemente ejercen cierta influencia cuando expresamos con ellos y de manera artística nuestros sentimientos. Hacerlos condiciona nuestra conducta y nos dirige a determinados estados mentales que nos predispondrán, ojalá positivamente, frente a los sucesos negativos que nos suceden.

Pero hasta ahí. No hay más truco, ni dioses ni ángeles ni ayuda de supuestos guías espirituales. Tampoco influye si la luna está menguante o llena o tapada por nubes grises. Nada de eso afecta realmente lo que nos sucede, más allá de la esfera psicológica y del condicionamiento conductual.

Entonces y volviendo sobre el problema de la mujer me pregunté si habría una forma de lograr un acercamiento entre los hijos sin echar mano de rituales ni historias similares.


¿Habrá alguna técnica sencilla, totalmente práctica y alejada de supersticiones rocambolescas que genere un cambio en la condición de los hijos y de su atribulada madre?

Y claro que la había. La explico a continuación con su bello resultado.


EN VEZ DE RITUALES,  UNA CARTA


Lo primero que pensé al tratar de buscar una solución al problema de los hermanos es que sea lo que fuera que hiciera tendría que ser algo, un acto, que conectara a la madre y a los dos hijos de forma simultánea. 

Es decir, descartaba por completo la opción de que la madre de forma aislada prendiera velas y rezara a Dios, ya que eso no resolvería nada, pues no lo veía como una solución activa, una verdadera intervención. 

Mi condición de ateo reforzaba esta posición, ya que rezar es para mi algo muy parecido a intentar freír unos huevos sin encender la cocina ni poner la sartén ni echar el aceite. 

Las cosas no se resuelven con fe ciega sino con nuestra participación activa en las cosas que nos suceden. Si no metemos mano en los problemas y esperamos que un ritual, un rezo o echar miel sobre una foto funcione, pues apaga y vámonos. Ya nos podemos quedar donde mismo estamos porque la cosa no se va a solucionar

Pensé entonces en escribir una carta para sus hijos. Como se me da bien escribir y conocía bastante bien la situación de la mujer a través de las consultas de tarot que me había hecho respecto al tema de sus hijos, sabía más o menos qué teclas había que apretar para sensibilizarlos.


Porque, a final de cuentas, lo que hacía falta es que ellos se ablandaran, cedieran y salieran de su condición de roca infranqueable. La carta en este caso cumplía su cometido, pues era una acción directa en papel que ambos tocarían y leerían, obligándoles a reaccionar. 

Eso sí, no podría ser una carta cualquiera. Debía tener la potencia suficiente para romper sus murallas y yo debía escribirla en el nombre de ella, para que ellos supieran que lo que allí había escrito eran las intenciones de su madre y no las mías. 

Entonces y con la autorización de la madre realizamos el experimento. Ella además tuvo la excelente idea de adjuntar un pequeño regalo a la carta, lo que reforzaría este ejercicio que estaba destinado a remover emociones en los hijos.


LA CARTA DE LAS LÁGRIMAS


Escribí la carta tratando de empatizar al máximo con la madre y el resultado fue de mi agrado, así que se la entregué a la madre. 


Le dije que más adelante si tenía noticias me contara lo que había sucedido con el experimento ya que era la primera vez que utilizaba esta técnica de la carta. 

Meses después y habiendo perdido toda esperanza de obtener respuesta y contraste, la madre volvió a contactar conmigo con excelente noticias. 

Me contó que había entregado la carta a sus hijos y que desde ese momento comenzó a ver un cambio de actitud entre ellos que ahora se mostraban más dispuestos a negociar y hablar entre sí. Algo impensado hace un tiempo atrás. 

El cambio más impactante vino de parte de uno de ellos. Justamente el que parecía más inflexible en la lectura de cartas. Dijo que la carta le había dejado K.O, completamente roto y que había llorado montón, aunque intuía que su madre no la había escrito. 

Ella muy discreta respondió: tengo un pajarito que me ha ayudado, pero todo lo que hay allí es lo que yo siento.

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